60 años de profesión salesiana

Octubre 9 del 2007

 

Había transcurrido un lustro de mi “descubrimiento” del milagro salesiano y de mi primer encuentro con Don Bosco. Los cuatro años de Aspirantado y el año de noviciado fueron mi camino. “Me quedo con Don Bosco”. Estaba de la edad de 16 cuando el 31 de Enero hice mi primera profesión salesiana trienal-para siempre. Hoy son sesenta de profeso. Como quien dice, la multiplicación por seis del “Sueño de los diez diamantes”. Así  es la gracia divina que sostiene, perfecciona y lleva a plenitud lo que comenzó en la primera moción vocacional.  Soy parte integrante del Carisma Salesiano para ser, a mi vez, carisma para lo salesiano.


También quiere decir que todo ese tiempo he sido parte y protagonista de la historia salesiana en Colombia por 65 años: son de historia recibida en las “Buenas Noches” del Aspirantado, el conocimiento de oídas y de vista de grandes campeones de la Salesianidad, haberlos escuchado contar sus experiencias, verlos cantar nuestro himno nacional, seguir sus pasos en mi pertenencia a varias casas desde el primer trabajo apostólico en el Tirocinio: era el encuentro con la Inspectoría fundada por ellos y con sus memorias: casas, templos, monumentos, tradiciones, revistas, momentos estelares, los finales terrenos de vidas convencidas, entregadas, identificadas e identificantes con Don Bosco, enamoradas de María Auxiliadora. Todo, todo era el testimonio de que valía la pena ser salesiano y la aceptación de todo lo que nos dejaban como herencia para que fuéramos la Congregación del futuro.


He visto florecer la Congregación y cumplirse sueños de Don Bosco de jardines ilímites: Domingo Savio, el muchacho santo y el santo de los muchachos, seguido de legiones de santos. Muchos, muchísimos nombres, conocidos y desconocidos: La Madre María Mazzarello, los santos mártires Luis Versiglia y Calixto Caravario. El P. Felipe Rinaldi. El príncipe Augusto, Sor Magdalena Morano y Sor Eusebia Palomino. Mártires de tantos lugares del mundo. Toda una primavera encantadora, indescriptible, que en América  Latina ostenta el fulgor de Laura Vicuña y el brillo de Sor María Romero, el coadjutor Artémides Zatti y nuestro P. Luis Variara, en nuestra tierra colombiana. Y en menos de un mes nuestro indiecito Ceferino Namuncurá.


He vivido sesenta y más años como salesiano. Me pregunto: ¿cómo entrará mi nombre en este santoral? La celebración jubilar me abre a la perspectiva del tiempo, como don de Dios: más no en la cantidad que sólo Él sabe sino en la calidad y la ejemplaridad en la razón de signo de la profesión por la que pertenezco al hecho salesiano y para entrar como salesiano profeso a la Casa del Padre. (P. Jaime Rodríguez F. SDB)